martes, 6 de noviembre de 2012

El futuro sin petróleo



Nuestra civilización está basada en la energía abundante y relativamente barata. Antes de la revolución industrial la producción de los elementos que consideramos indispensables para nuestra sobrevivencia, se producían de forma artesanal: los alimentos, el vestuario y la vivienda. Todo requería mucho trabajo y mucho tiempo. Prácticamente cada cosa era única, distinta a otra con igual función y en general se hacían para durar lo más posible. Así era con los muebles, la ropa, las herramientas. La producción artesanal es limitada respecto al volumen de la producción industrial con una gran inversión en energía. El carbón y las primeras máquinas a vapor cambiaron el mundo: la energía se usó en abundancia y también fue abundante la elaboración de productos y el transporte fueron  como nunca masivos y rápidos. Después cambiamos al petróleo por su abundancia y el descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos en Texas a comienzos del siglo XX, puso al petróleo en el primer lugar desplazando al alcohol como combustible para la naciente industria del automóvil.

El plástico y otras maravillas: El petróleo, abundante fuente de energía, reforzó la revolución industrial y además ha sido el comienzo de una industria que está en muchos campos, como es la del plástico y similares. El petróleo nos durará unas cuantas décadas más y ahora debemos ocuparnos en desarrollar otras fuentes de energía que lo remplacen; Para el transporte quizás el hidrógeno. Para la energía de uso industrial y doméstico  no podemos volver al carbón, porque si bien sigue siendo abundante, también es finito y la biósfera no podría soportar la carga de su uso generalizado e intensivo. Sería acelerar el calentamiento global y otras desgracias sin vuelta. Ya sabemos que debemos instalar sistemas de energía de producción limpia y renovable. Pero hay algo en lo que no hemos pensado mucho: La sobrepoblación humana actual, si bien se ha alcanzado por el desarrollo de la medicina y de la salud pública, de la agricultura y muchas tecnologías asociadas, se debe también al uso de grandes cantidades de energía relativamente barata, como la del carbón y después la del petróleo. Esto nos hace pensar que cuando ya no dispongamos de esa energía o sea muy cara, necesariamente va a haber una presión sostenida sobre todas las economías, sobre la producción de alimentos, sobre el transporte y sobre una sociedad basada en el consumo. Tendremos que ir pensando en un futuro próximo (unas dos generaciones), de una vida más austera, con uso generalizado de energías renovables e impensables adaptaciones para el trabajo, el ocio y la organización social.
Hay otro pero: ¿Cómo remplazaremos los miles de productos provenientes del petróleo? Veamos: El plástico que tenemos en casa, en el automóvil, en los empaques. Ciertamente un material maravilloso pero difícilmente reciclable, no biodegradable, del que tanto necesitamos, pero que no podremos fabricar en base al petróleo. Habrá entonces una gran presión sobre otras materias, como la biomasa: la madera y sus derivados, la pesca, la leña, etc. Pero no podemos seguir deforestando para ello o para hacer biocombustible en las cantidades que necesitaremos ¿Energía nuclear entonces? Aún no es de fiar. Es cosa de recordar los desastres de Fukushima o de Chernobil, entre otros de menor magnitud. El uranio también es finito. Los residuos nucleares son peligrosos, hasta por miles de años. Todo esto nos obliga a pensar en serio y a largo plazo. 

Qué viene: Lo que se viene para la sociedad humana es una vuelta desde las revoluciones del carbón y del petróleo, sus abundancias y la sobrepoblación que han producido, por lo menos en parte. Debemos pensar en un futuro totalmente distinto, pero que permita la producción de muchísima energía eléctrica para nuestras maquinarias de fábricas, de transporte y de nuestros  hogares. Las poderosas e influyentes potencias productoras de petróleo querrán hacer perdurar lo más posible su era dorada. Algunas ya han manifestado que el petróleo no les durará por siempre y están haciendo importantes transformaciones como cambiar su dependencia  de las ventas del crudo por el del turismo, como Dubai. Pero no se ve una convergencia  de intenciones a nivel mundial para aplicar un plan para el obligado cambio de paradigma del desarrollo. Ya hemos visto cómo algunas potencias mundiales simplemente no cumplen sus acuerdos sobre emisiones dañinas, frente a todas las naciones.

Las crisis económicas mundiales no dejarán de ser tan seguidas y tan profundas como las que hemos vivido y estamos viendo desde por lo menos el 2008, porque se persiste en solucionarlas aplicando la misma medida, haciendo más de lo mismo de siempre: producir más, consumir más petróleo, seguir creciendo, crear más demanda, etc. No queremos darnos cuenta que ese mundo ya no será posible y debemos ver nuestro futuro próximo de otra manera. No podemos seguir pensándolo como lo que ha sido desde la revolución industrial. Eso ya es historia. ¿Pesimismo? No, puro realismo.

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