Sobre nuestras queridas mascotas


A muchos le gusta tener mascotas y algunos no las soportan. La verdad es que convivimos con millones de especies animales, muchas de ellas desconocidas para la ciencia todavía y que habitan los océanos o las selvas tropicales. Además vivimos junto a millones de plantas, árboles, hongos y para qué decir, de bacterias y otros seres microscópicos. Nuestro organismo alberga muchos microorganismos dentro de él y en su superficie, pero también seres multicelulares pero tan pequeños que no los vemos, tales como los ácaros. Tanto como todos los mencionados, nosotros los humanos  formamos parte de la tierra, precisamente de su biósfera, aunque nos creemos sus dueños y amos.

Las mascotas más frecuentes, es decir, aquellos animales más prevalentes para la compañía de los humanos, son los perros y los gatos. Las aves, los reptiles, los peces y los invertebrados si bien son muy apreciados, no revisten la importancia  afectiva de los primeros. El Hombre domesticó al lobo y quizás también al coyote, de los cuales surgieron las distintas razas caninas actuales, debido a la selección de los ejemplares más aptos para ciertas tareas relativas a la caza especializada o a la protección de la vida ante animales predadores o de la propiedad. Los gatos entraron al hábitat humano conservando cierta independencia y no cumpliendo más misión que la compañía a cambio de cierta ración de ratones que mermaban las existencias de granos en sus depósitos.

Pero cuando la industrialización permitió prescindir o reducir la cacería con propósitos de obtener alimento, pieles, lana u otros elementos animales con la utilización de razas caninas especializadas a distintos propósitos, los perros entraron a las familias ya no como herramientas vivas, sino como jubilados con regalías. Con los gatos aconteció algo análogo.

En ese momento comenzaron algunos problemas. La baja en la natalidad humana en las sociedades del bienestar facilitó la adopción de perros y gatos para compañía, para en cierta forma depositar en ellos cariño, afecto y cuidados. Hoy en día vemos cómo se habla de estas mascotas, cada vez más en serio, como de integrantes de la familia. Hemos llegado a vestirlas y a atenderlas en peluquerías para mascotas y a darle alimentos diseñados para cada edad. Muchas mascotas disponen de servicios médicos que no tienen millones de humanos del mundo. Y las razas han ido evolucionando según los gustos de los criadores hacia formas más apropiadas a la vida en espacios reducidos, de manera que algunos perros y gatos más parecen peluches que lo que fueron sus ancestros. Especialmente se ve un rápido y premeditado cambio de algunas razas caninas y felinas hacia cabezas más redondeadas y a caras más planas, semejando caras humanas. En otros términos estamos reemplazando bebés humanos por mascotas. Además de ser ridícula, esta tendencia selectiva ocasiona trastornos funcionales a las mascotas, como por ejemplo, en la masticación.

Antes se alimentaban con los restos de las comidas humanas; hoy lo hacen con alimentos hechos para mascotas, con carne y otros tejidos biológicos, de animales domesticados para aprovechamiento humano, pero también con alimentos derivados de la pesca o, como en Japón, de las mismas ballenas que cazan con pretextos científicos. Todo esto supone una carga adicional y creciente sobre recursos naturales sobreexplotados (como las pesquerías) o sobre las selvas que se talan o queman para hacer praderas y criar ganado.

Con todo esto me pregunto: ¿Se justifica agravar la presión sobre los recursos naturales como las tierras  de cultivo cada vez más escasas por la creciente humanidad, el cambio climático, la urbanización, la deforestación, los incendios forestales por descuido o intencionales, para alimentar a una creciente población de mascotas? ¿Se justifica recurrir cada vez de forma más predatoria sobre recursos pesqueros sobreexplotados, o por otros menos explotados aún, disputados en aguas internacionales por flotas de distintos países, para destinarlos crecientemente a alimentos de gatos?

Por último, sorprende la poca responsabilidad en la tenencia de mascotas cuando se dejan en la calle miles de perros en muchas ciudades de países en desarrollo y también sorprende que hayan personas que las alimenten en la calle  a veces hasta la obesidad, pero sin mantener más vinculación con estos animales. Sería mejor estimular el cuidado domiciliario responsable, controlado, limitado  y autorizado de perros y gatos, para bien de la ecología y bien de las mismas mascotas. Sería bueno dejar que perros y gatos sean y luzcan como son: perros y gatos, no humanos.