Qué educación se necesita

En varios países se debate actualmente la necesidad de cambios en los sistemas educativos, tanto en sus objetivos y contenidos, como en su financiamiento. Se ha permeado el descontento popular desde la usura de los bancos y la avaricia de los ultra ricos, amparado y promovido por visiones  económicas extremas,  hasta el terreno del sector de la educación.  Se ha llegado a expresar por el Presidente de una nación que la educación es un bien de consumo, distorsionando así su cualidad de ser un derecho que se ejerce durante largos años de forma institucionalizada para permitir el ingreso a la sociedad moderna con capacidades culturales y podríamos decir procedimentales, para contribuir en ella al desarrollo personal y el de la misma sociedad. Se reconoce a la educación como un poderoso motor de promoción social no sólo por la capacitación que logra, sino también por el factor de integración social que debiera cumplir desde sus inicios en la educación pre-escolar.

Por ser la educación un derecho consagrado no debiese ser una limitación el acceso a ésta para ningún ciudadano. Incluso la educación básica es tan necesaria para la incorporación eficaz de las personas en la sociedad, que es obligatoria por 6 u 8 años. No sería justo que los que disponen de menores ingresos no tuvieran opción a una educación de igual calidad que los de mayores ingresos. Y los pobres, con un poder adquisitivo de sobrevivencia, deben ser incorporados a la misma calidad de educación que los demás, con todas las facilidades que requieran mientras sean pobres. 

Finalmente, la educación debiera capacitar según el tipo de  aptitudes, hasta una formación técnica o profesional que permita la autonomía económica y el desarrollo personal de las aptitudes. La educación más avanzada, desde la licenciatura universitaria, no puede ser para todos porque requiere capacidades que no todos los individuos son capaces de desarrollar.

Pero quiero referirme a otras materias dentro del tema. ¿Qué tipo de educación necesitan las sociedades? Se debate en torno a  la cuantía de años de educación y su número de horas a la semana. Unos suman y otros restan. La sociedad actual parece requerir de jornadas completas y potenciar la enseñanza de la ciencia. Pero para lograr esto, algunos han pensado en disminuir o simplemente suprimir asignaturas, por ejemplo, Historia y Geografía. Esto sería un grave error, sería dejar de entregar elementos de juicio para evaluar los avatares de nuestra sociedad; sería no entregar la evidencia de los triunfos y fracasos en los desarrollos humanos, sería instaurar una especie de vacío o paréntesis en nuestra capacidad de comprensión de los hechos o del reconocimiento de patrones de destrucción social. Sería una potencial condena a cometer una y otra vez capítulos negros de la historia humana a lo largo de las generaciones. Sería  como tener amnesia y deambular en una sociedad de autocomplacencia dentro de los límites del consumo.

Otro importante eje educativo muy necesario es enseñar a pensar metódicamente, con argumentos sólidos, con evidencias. Así se podría contrarrestar la pobreza argumental, los circunloquios, las falacias y las supersticiones de todo nivel que son potenciados por el ranking de los canales televisivos que cobran  millonarias sumas, por anunciar en programas sin verdadero contenido o con entretención de bajísimo nivel. Esto es lo que ven diariamente millones de personas de todas las edades, pero lo que es más preocupante, muchos niños.

Me parece altamente conveniente y necesario, porque se ha perdido, el aprendizaje de lo que es y cómo se construye y mantiene la democracia, los mecanismos democráticos en la elección de los líderes y la representatividad de la ciudadanía; cómo es  la estructura del estado moderno, cuál es  el origen y naturaleza de  los derechos y las obligaciones. Todo esto está pendiente en los programas de la educación escolar.

Hemos dejado a un lado importantes materias para la conformación de sociedades verdaderamente desarrolladas como sociedades humanas. Por ejemplo, la auténtica  enseñanza de valores tal como el trabajo, la solidaridad, la honestidad, el respeto a las diferencias y al disenso, el reconocimiento de los méritos, la gratitud, la fidelidad, el compromiso.  Estos valores se aprenden en el hogar, pero desde las últimas décadas del siglo pasado se ha experimentado una erosión de estos valores y en este tema los sociólogos aun tienen mucho que analizar y diagnosticar. Es posible que esta descomposición haya comenzado por el ingreso de las mujeres a trabajos remunerados. Las madres ya no estaban el tiempo suficiente en su hogar para la educación en estos valores. Ese cambio positivo en el mundo femenino, tuvo este inconveniente. El debilitamiento de las doctrinas y la destrucción social y del modelo de nación que imperaba en la Europa antes de las guerras mundiales, pueden ser otras causas. El nihilismo y la desilusión en las instituciones, que fracasan en la interpretación de los acontecimientos y de las grandes preguntas humanas y el espejismo de la satisfacción de todo tipo de caprichos o “necesidades” como las denominan algunos, con su posterior resaca de insatisfacción sistemática, es otro de los componentes de la situación actual de las familias. 

La segunda mitad del siglo veinte forjó generaciones bajo estos condicionamientos y la pobreza  valórica fue creciendo en proporción a los paraísos ficticios del marketing. Esos hijos de los nuevos modelos fueron padres ausentes de una u otra forma y complacientes con sus propios hijos, a quienes imponerle límites era educarlos para un mundo sin limitaciones. Y esos hijos que hoy son padres ya ni siquiera tienen las competencias suficientes para educar a sus descendientes. Y aquí estamos, con individuos que lo quieren todo a cambio de nada, sin compromisos  y al breve plazo.