martes, 6 de noviembre de 2012

La Genealogía



Actualmente hay un interés sin precedentes por la genealogía familiar. Internet ha proporcionado y lo seguirá haciendo, espero, una inmensa cantidad de datos genealógicos de todo el mundo, de forma gratuita y también pagada, con la cual cada persona puede obtener la información de sus antepasados hasta tiempos que no se imaginaba alcanzar. Además se dispone de programas computacionales para organizar toda esa información para compartirla con sus familiares u otras personas con las cuales quizás comparta antepasados.

El para qué de la genealogía: ¿Por qué pasa esto? Para algunos, como los “Mormones”, hay razones religiosas en investigar a los antepasados. Para otros hay motivaciones en obtener el reconocimiento de otra nacionalidad y poder emigrar hacia mejores oportunidades laborales. Para algunos es la respuesta a las preguntas que siempre se hicieron respecto al lugar de donde vinieron sus antepasados, qué los impulsó a viajar desde tan lejos como otro continente, como desde Europa a América, qué vida tenían o desentrañar misterios familiares o confirmar o rechazar historias familiares que ya nadie puede fundamentar.
Ciertas historias de familia se sabían como rumores o de oídas. Antes no se hablaba de ciertos temas, como los hijos fuera del matrimonio o los familiares orates, o a veces los motivos de inmigración eran tan tristes o traumáticos que se querían olvidar, como persecuciones y guerras.

Cuando uno se ocupa en atesorar los conocimientos de las familias de nuestro padre y madre, a través de ellos o de sus parientes y de nuestros abuelos, a través de sus relatos o escritos varios, o referencias a ellos, se va conformando nuestra historia de familia en la que reconocemos ciertos patrones de conducta, conocemos de las enfermedades más prevalentes de nuestros antepasados y si tenemos la suerte de atesorar las fotos antiguas, podremos reconocer también rasgos comunes, con todo lo cual vamos agrandando el tamaño familiar y conociendo  ancestros de los que nada sabíamos y comprendiendo de sus vidas, sus anhelos e incluso ciertos rasgos psicológicos nos pueden parecer parecidos a los propios. Sus cartas nos revelan sus anhelos, su carácter, sus ideas, sus proyectos. ¿Serán parecidos a los nuestros?
Si somos afortunados algún antepasado escribió sobre su vida o sus viajes. Quizás quiso tirar una botella con un relato desde su tiempo, hacia el futuro, hasta nuestros pies.

Las tradiciones orales persisten bastante incorruptibles por unos 400 años en civilizaciones sin escritura. En nuestra civilización actual con tanta información registrada y también con tanta que nunca se pensó en registrar, como la historia de las familias, hay mucho que hacer para reconstruir nuestra propia historia porque nadie tal vez la ha escrito, si así lo deseamos. O lo querrán nuestros hijos o nietos.

Hasta dónde podemos llegar: Cualquiera puede rastrear sobre su familia hasta aproximadamente los tatarabuelos. Se puede comprender que difícilmente podamos conocer siquiera a nuestros bisabuelos. Pero nuestros abuelos podrán contarnos de sus propios abuelos, o sea, nuestros tatarabuelos. Sin embargo la información va escaseando y difuminándose hacia atrás, porque no tenemos la tradición de transmitir oralmente la historia de nuestra familia. Pero se dispone de los registros eclesiásticos cristianos, por ejemplo, hasta por lo menos mediados del siglo XVI, cuando se decretó el registro obligatorio de bautismos, casamientos y defunciones. Si tuvimos antepasados destacados o de la nobleza, los registros son aún más antiguos.
Les cuento que por experiencia propia, el reconstruir la genealogía de mi familia (o mis familias, las de mi madre y las de mi padre), he podido confirmar relatos de abuelos, o refutar suposiciones o aclarar misterios de parentesco. Hasta hoy, estoy convencido que  he reunido más información familiar que cualquiera de mis antepasados y espero que siga apareciendo en la web cada vez algo más. Y he conocido cómo eran mis antepasados, qué hacían, qué soñaban, qué sufrieron y qué aportaron algunos a la historia de Chile, de España, o de Francia. Y al conocerlos los he allegado a mi familia. Así como soy, ellos y ellas tenían algunos rasgos de mí.

Algunas flores de primavera






El futuro sin petróleo



Nuestra civilización está basada en la energía abundante y relativamente barata. Antes de la revolución industrial la producción de los elementos que consideramos indispensables para nuestra sobrevivencia, se producían de forma artesanal: los alimentos, el vestuario y la vivienda. Todo requería mucho trabajo y mucho tiempo. Prácticamente cada cosa era única, distinta a otra con igual función y en general se hacían para durar lo más posible. Así era con los muebles, la ropa, las herramientas. La producción artesanal es limitada respecto al volumen de la producción industrial con una gran inversión en energía. El carbón y las primeras máquinas a vapor cambiaron el mundo: la energía se usó en abundancia y también fue abundante la elaboración de productos y el transporte fueron  como nunca masivos y rápidos. Después cambiamos al petróleo por su abundancia y el descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos en Texas a comienzos del siglo XX, puso al petróleo en el primer lugar desplazando al alcohol como combustible para la naciente industria del automóvil.

El plástico y otras maravillas: El petróleo, abundante fuente de energía, reforzó la revolución industrial y además ha sido el comienzo de una industria que está en muchos campos, como es la del plástico y similares. El petróleo nos durará unas cuantas décadas más y ahora debemos ocuparnos en desarrollar otras fuentes de energía que lo remplacen; Para el transporte quizás el hidrógeno. Para la energía de uso industrial y doméstico  no podemos volver al carbón, porque si bien sigue siendo abundante, también es finito y la biósfera no podría soportar la carga de su uso generalizado e intensivo. Sería acelerar el calentamiento global y otras desgracias sin vuelta. Ya sabemos que debemos instalar sistemas de energía de producción limpia y renovable. Pero hay algo en lo que no hemos pensado mucho: La sobrepoblación humana actual, si bien se ha alcanzado por el desarrollo de la medicina y de la salud pública, de la agricultura y muchas tecnologías asociadas, se debe también al uso de grandes cantidades de energía relativamente barata, como la del carbón y después la del petróleo. Esto nos hace pensar que cuando ya no dispongamos de esa energía o sea muy cara, necesariamente va a haber una presión sostenida sobre todas las economías, sobre la producción de alimentos, sobre el transporte y sobre una sociedad basada en el consumo. Tendremos que ir pensando en un futuro próximo (unas dos generaciones), de una vida más austera, con uso generalizado de energías renovables e impensables adaptaciones para el trabajo, el ocio y la organización social.
Hay otro pero: ¿Cómo remplazaremos los miles de productos provenientes del petróleo? Veamos: El plástico que tenemos en casa, en el automóvil, en los empaques. Ciertamente un material maravilloso pero difícilmente reciclable, no biodegradable, del que tanto necesitamos, pero que no podremos fabricar en base al petróleo. Habrá entonces una gran presión sobre otras materias, como la biomasa: la madera y sus derivados, la pesca, la leña, etc. Pero no podemos seguir deforestando para ello o para hacer biocombustible en las cantidades que necesitaremos ¿Energía nuclear entonces? Aún no es de fiar. Es cosa de recordar los desastres de Fukushima o de Chernobil, entre otros de menor magnitud. El uranio también es finito. Los residuos nucleares son peligrosos, hasta por miles de años. Todo esto nos obliga a pensar en serio y a largo plazo. 

Qué viene: Lo que se viene para la sociedad humana es una vuelta desde las revoluciones del carbón y del petróleo, sus abundancias y la sobrepoblación que han producido, por lo menos en parte. Debemos pensar en un futuro totalmente distinto, pero que permita la producción de muchísima energía eléctrica para nuestras maquinarias de fábricas, de transporte y de nuestros  hogares. Las poderosas e influyentes potencias productoras de petróleo querrán hacer perdurar lo más posible su era dorada. Algunas ya han manifestado que el petróleo no les durará por siempre y están haciendo importantes transformaciones como cambiar su dependencia  de las ventas del crudo por el del turismo, como Dubai. Pero no se ve una convergencia  de intenciones a nivel mundial para aplicar un plan para el obligado cambio de paradigma del desarrollo. Ya hemos visto cómo algunas potencias mundiales simplemente no cumplen sus acuerdos sobre emisiones dañinas, frente a todas las naciones.

Las crisis económicas mundiales no dejarán de ser tan seguidas y tan profundas como las que hemos vivido y estamos viendo desde por lo menos el 2008, porque se persiste en solucionarlas aplicando la misma medida, haciendo más de lo mismo de siempre: producir más, consumir más petróleo, seguir creciendo, crear más demanda, etc. No queremos darnos cuenta que ese mundo ya no será posible y debemos ver nuestro futuro próximo de otra manera. No podemos seguir pensándolo como lo que ha sido desde la revolución industrial. Eso ya es historia. ¿Pesimismo? No, puro realismo.