domingo, 10 de junio de 2012

Pasado, Presente y Futuro. Reflexiones


Hablar del pasado es hablar de una reconstitución de hechos y de su reconstrucción cognitiva. Es como la memoria humana de hechos pasados que es una reconstrucción perceptiva en base a fragmentos o partes de los episodios vividos o de los conocimientos aprendidos, que están almacenados en distintas partes de nuestro cerebro, material con el cual hacemos una reconstrucción personal de estos recuerdos. En este ejercicio de reconstrucción faltan fragmentos, porque quizás la adquisición del recuerdo fue fragmentaria, o porque la consolidación de esa memoria fue deficiente en algún sentido, o porque sea cual haya sido el motivo de esa fragmentación, nuestro cerebro completa lo que falta, con falsos recuerdos, lo que se llama confabulación. También confabulamos cuando en esta reconstrucción resaltamos ciertos detalles u omitimos o mitigamos la intensidad o el carácter de otros. Y esto no es intencional, es una característica de la evocación de memoria o volver a la conciencia un episodio de nuestras vidas o algún conocimiento aprendido en la infancia.

A mi parecer pasa lo mismo con la historiografía, porque ésta depende de la reconstrucción de hechos pasados, de la historia. Muchas veces los conocimientos de acontecimientos pasados, especialmente si son muy antiguos, están fragmentados, son migajas de lo que realmente pasó. De aquí es que se origina una reconstrucción que insoslayablemente queda con espacios que llenar, por lo cual debe inferirse o suponerse, con variados grados de certeza, aquello que falta. Después de esto viene la interpretación de los hechos, que es fuente de mucha dispersión. Es decir, ante un mismo acontecimiento pueden haber muchas interpretaciones y éstas pueden ir cambiando con el tiempo, sin que la reconstrucción de algún hecho se haya modificado por el aporte de  nuevos conocimientos. A veces la interpretación es motivada por mezquinos intereses doctrinarios y otras veces por sinceros pero equivocados o supuestos motivos ya sea religiosos, filosóficos, culturales.

En el primer caso está la interpretación que el nazismo hacía (¿o hace?) de las diversidad humana, por todos conocida y en el segundo ejemplo está  la interpretación bajo patrones culturales  actuales, de las costumbres de la Roma Imperial o de la Grecia Clásica. Es temerario hacer juicios de valor y suponer motivos o juzgar conductas humanas del pasado sin considerar la diferencia cultural, el estado de la ciencia y la evolución de nuestras sociedades. Esto es plenamente aplicable a la mirada sobre diversas culturas actuales. Bajo las diferencias que tenemos hay un núcleo homogéneo de valores y percepciones propias de nuestra especie humana. Esto lo deben conocer y manejar adecuadamente los diplomáticos y los que trabajan con distintas realidades nacionales.

Entonces, el pasado ha sido tan cierto como lo concebimos, como la percepción que tenemos sobre él. Esto es, según la interpretación a nivel perceptivo de los antecedentes a nuestra disposición. Es análogo a la investigación de un hecho delictual, la presentación de pruebas, los cargos imputados y la sentencia. A veces se aplican sanciones a las personas equivocadas, muchas veces a las que corresponde y otras veces los delitos quedan en la impunidad, es decir, si es que se conoce de esos hechos, no logran ser probados o atribuidas a alguien o no se conocen los motivos y las circunstancias.

Debería sorprendernos que nuestra visión e interpretación del pasado pueda llegar tan lejos como hasta el comienzo de todo el universo, el de nuestro sistema solar, nuestra tierra, la aparición de la vida, la aparición del Hombre o hechos muy anteriores de nuestra historia, de la Prehistoria, cuando no habían registros escritos. En otra forma de decirlo, hasta que prácticamente no pueda reconocerse nada del pasado, sino que por medio de la acumulación,  estructuración e interpretación de hallazgos teóricos o palpables de lo que ha pasado, por la aplicación de una metodología sistemática de razonamiento y pruebas.

Esta estructuración metódica del pasado nos proporciona las bases de la civilización y nos capacita para mirar lo que se está viviendo o lo que aún no ha ocurrido, o sea, el presente y el futuro. Porque existen ciclos, conductas, patrones que surgen muchas veces a lo largo de la historia y que podemos reconocer y quizás interpretar correctamente. Me refiero a ciclos climáticos, que a su vez determinan acontecimientos humanos, como el fenómeno del Niño, que forjó y posiblemente desintegró a las culturas Moche o Maya; o las glaciaciones que fueron duros embates al poblamiento de Europa o las desertificaciones como la del Magreb, que barrió a las culturas que lo habitaban. También podemos apreciar patrones de desarrollo cultural similares en continentes que no estaban comunicados (o muy poco), como América y Eurasia, precisamente Medio Oriente o el Lejano Oriente, con el surgimiento de la agricultura (aunque en fechas distintas), la construcción de edificios piramidales, el nacimiento de la escritura.

Para ciertas culturas el tiempo es circular, transcurre para completar ciclos y así vivir otra vez lo mismo. Para otras, como la predominante en occidente, el tiempo “no vuelve a repetirse”, corre de atrás hacia delante sin detenerse. Einstein nos hizo ver que el tiempo es una cuarta dimensión del universo y que su velocidad es variable, según la velocidad que lleve el observador. Así, si estuviéramos en una nave espacial a una velocidad cercana a la de la luz, el tiempo transcurriría más lento en la nave que en la tierra. Esto se tiene en cuenta en las operaciones de geo-posicionamiento: Cuando se geo-localiza un lugar cualquiera de la superficie de la tierra, los satélites que realizan el cálculo y que orbitan a grandes velocidades  en órbitas en torno al planeta, deben corregir el error en el transcurso del tiempo (debido a su gran velocidad), para dar una información exacta. 

El tiempo comenzó con el universo, con la creación progresiva del espacio y así parece seguir. En aquellas galaxias muy lejanas de nosotros, que se alejan a velocidades muy elevadas, el tiempo debería transcurrir muy lento respecto a nosotros. ¡Qué paradoja! Pienso en una perspectiva temporal desde por ejemplo, nuestro planeta hasta los confines creadores del universo con sus tiempos cada vez más lentos en esos lugares. Algo similar podría suceder desde cada uno de nosotros en el nivel de individuo, hasta los niveles celular, molecular y atómico, con progresivas mayores velocidades.

Algunos dicen que lo único que existe es el presente, que el pasado ya no existe y que el futuro aún no es. Pero constatamos que el presente se nos va continuamente, “no se queda”, el tiempo no vuelve atrás. Desde el punto de vista de la percepción, vivimos en el pasado, pues necesitamos cantidades discretas de información que procesar  para crear la percepción. Es como tomar una foto, que retrata sólo un instante, el del paso de la luz hacia el interior de la cámara. Con el video o el cine también se requiere tomar sucesivas imágenes para lograr “la ilusión” del movimiento, que delata el paso del tiempo. Entonces para tener conciencia del paso del tiempo, debemos hacer una comparación entre sucesivas sensaciones, en este caso visuales, muy próximas, pero que nuestros sentidos sean capaces de distinguir. Sin esta distinción de diferencias, aunque pequeñas, no tendremos la percepción del tiempo. También disponemos de mecanismos que sensan y procesan la cantidad de luz a lo largo del día y de las estaciones del año, que permiten informar al organismo del paso del tiempo a nivel inconsciente y guiar la tasa de nuestro metabolismo. Por esto a mediodía funcionamos al máximo y a medianoche al mínimo, en condiciones normales.

Entonces, ¿es cierto que lo único que existe es el presente? El presente no está inmóvil, pasa, “no se queda” presente. Lo cierto sería el paso de futuro a pasado, en cuyo límite realmente no podemos apreciar el presente. El transcurrir del tiempo no nos permite apreciar el presente, sólo sería una ilusión o un constructo teórico faltante entre el pasado y el futuro, una especie de interfase. Nuestros sentidos y nuestra percepción requieren un tiempo de procesamiento para apreciar cualquier fenómeno, informan a la conciencia de sucesos que ya pasaron, aunque hayan pasado muy recientemente. Visto de otro modo, los sentidos sirven a la función de apreciar el paso del tiempo, que físicamente existe, independiente de nosotros. Esta percepción del paso del tiempo se basa entonces en la comparación de distintos hechos ya pasados. Así, el futuro no es necesariamente lo que viene, sino también lo que aún no hemos podido apreciar o procesar con nuestro cerebro. No podemos dejar de considerar que siempre tendremos un retardo en el proceso de establecer una percepción, un retraso entre la ocurrencia física de un fenómeno y el darnos cuenta de ese fenómeno.

 Si no tenemos conciencia de un pasado, no podremos tener conciencia (o ilusión) de un presente. Por ejemplo, si una persona sufre un daño de ciertas zonas de los lóbulos temporales del cerebro, precisamente del hipocampo, no puede formar el recuerdo o memoria de un acontecimiento, como conocer a otra persona. Ese individuo no podrá recordar haber conocido a la otra persona (porque no puede formar memoria) y cada vez que se tope con la persona que conoció y no recuerda, la saludará como si recién la estuviera conociendo. Luego de un momento, sin tener ya la memoria de haberla saludado, la volverá a saludar y así, una y otra vez. El sujeto que padece de esta lesión cerebral no puede concebir un antes y un después, porque no tiene cómo hacer la comparación entre algo que pasó tiempo atrás con algo que pasó recientemente. Siguiendo mi línea de pensamiento, no puede tener conciencia del tiempo.

¿Y qué hay del futuro? Algunos piensan que el futuro está programado, que es uno, que entonces se puede predecir.  No hay asidero para estas creencias, son sólo eso. Este universo se está creando constantemente, es nuevo a cada instante de apreciación. Claro, si comparamos su inicio con lo que es ahora, es muy antiguo según la existencia de un individuo humano o de toda nuestra especie. “Sus confines”, la línea de avanzada témporo-espacial de su prodigiosa dilatación, está creándose permanentemente. La desigualdad entre materia y energía y su distribución en el cosmos, habría determinado lo que el universo es hoy. Esta desigualdad sería el motor de su evolución. Con este ejemplo, cualquier pequeña variación témporo-espacial provocada por cualquier acontecimiento fortuito u obra humana, generaría un efecto de sucesos que se propaga “hacia delante en el tiempo”, creando “alternativas de futuro”. Es un poco el llamado “efecto mariposa”. Como siempre suceden cosas en el mundo natural o humano, siempre se crean alternativas futuras. Unas se hacen realidad (diríamos que se hacen presente o transitan desde el futuro posible al pasado). Y se hacen realidad por la confluencia espacio-temporal de condiciones apropiadas para ello. Si las cosas hubieran sido ligeramente diferentes, quizás ese futuro no ocurra. Recordemos  la película “Volver al futuro” y entenderemos mejor esto. Si viajáramos al pasado, podríamos alterar desde allí el futuro, de manera que nuestros padres no lleguen a conocerse y paradójicamente, no podríamos existir.

Yo pienso en un futuro no determinado, varios posibles futuros, para el mundo y para cada individuo. Claro, podemos detectar patrones, ciclos, como en el clima, pero ya sabemos lo difícil que es predecir con exactitud cómo será el clima de un lugar determinado, digamos que a un año plazo. La conducta humana es tan diversa y con el germen de la espontaneidad como la de ningún otro ser natural, ni como el bonobo o el chimpancé. Siendo así no podemos predecir con precisión el futuro de nuestra sociedad. No tenemos garantizada la civilización. Cada generación es un reto a vencer la barbarie mediante la educación valórica, tan amenazada justamente por la moderna barbarie, que por ahora no describiré, pero la señalo. Como un castillo de naipes, nuestra civilización puede desmoronarse en el nihilismo o en el consumismo o en el desastre ecológico. Pensemos como posibilidad este último. Como no conocemos todo respecto a nuestro planeta, tampoco podemos predecir con exactitud cuándo será la próxima edad de hielo o el próximo cataclismo, aunque sabemos que  restan 5.000 millones de años para el fin del sistema solar como es ahora, cuando se acabe el combustible solar. (Seguramente la especie humana no existirá tanto tiempo). Podemos inferir que si seguimos actuando con la naturaleza como hasta ahora y no hacemos cambios eficaces, podemos acabar con un gran calentamiento planetario junto a casi toda la vida. Esto tiene probabilidad creciente de presentarse si se sigue igual. Estuvimos a punto de un holocausto nuclear en 1962, no debemos olvidarlo jamás, justamente porque aún sobrevive la desconfianza en los otros y hay una vuelta hacia el rearme nuclear. 

En cierta medida podríamos preparar o programar un futuro para el planeta y con éste para la humanidad mediante acciones multinacionales basadas en el conocimiento y la razón, metódicas, persistentes  y a gran escala. Esto se ve dificultado por nuestras emociones, es decir, nuestras desconfianzas, temores y odios. Nuestro cerebro mamífero no logra ser modulado por nuestro cerebro racional humano. Esto somos y esta naturaleza humana la tendremos siempre. La salida sería la educación en torno a una socialización con profundas raíces de los mejores y más difundidos valores distribuidos entre distintas experimentaciones sociales. Hay un gran desafío en poder reconocer esos valores y propagarlos en un entorno educativo a largo plazo e intercultural. Plazo: Varias generaciones para lograr resultados estables; pocas décadas para comenzar a hacer cambios antes que destruyamos el planeta.

Es imprescindible a mi parecer, el reconocimiento del problema. ¿Cuál es el problema? Que la humanidad no se está adaptando al entorno, sino que siempre ha actuado y ha pensado que el entorno debe ser dominado y aprovechado. De esta visión, fruto del antropocentrismo,  surgieron posiciones peligrosas desde el nivel biológico (somos seres biológicos), como el consolarse dejando que Dios resuelva los problemas que afectan al Hombre o confiando en su intervención, o pensar que la naturaleza va a volver a su equilibrio por sí sola. Si adoptamos solamente estas posiciones, sería muy insensato, sería no reconocer un problema concreto que requiere soluciones concretas.

¿Cuál es entonces la solución?  Hay que desarrollar una sociedad movida por grandes valores expresados, descritos, valorados y sentidos. Esto es parte de la solución. Pero lo que le dará garantía de efectividad a esta posición valórica, será el convencimiento de que este problema es nuestro problema, de cada persona. Que el calentamiento global, por ejemplo, afectará a cada uno de nosotros, a ti y a mí, a nuestros hijos. Esta visión centrada en el individuo y respaldada por la divulgación masiva del problema dará la garantía de que se reconozca el problema como mío y tuyo. Esta visión es egocéntrica, sí, pero es lo que funciona y ha funcionado biológicamente para que haya evolucionado toda la vida. Y no hay vida que no dependa del ambiente. Nuestras conductas más altruistas tienen implícitas actitudes sanamente egoístas. Si a mi no me importa qué pase, menos me va a interesar qué les pase a otros. Así es el mundo biológico. Así somos y con esa mirada tenemos que solucionar el problema ambiental, que nos afecta directamente e indirectamente por los conflictos sociales que genera. Por ejemplo, la escasez de petróleo o agua, de alimentos, de territorios para asentarse, de aire limpio, la amenaza del holocausto nuclear, etc.

Como podemos ver, tenemos identificadas ciertas amenazas concretas. Si hacemos un análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Deficiencias y Amenazas), hemos ya definido el final. Pero veamos lo demás: nuestra fortaleza en nuestra naturaleza racional; nuestra deficiencia es nuestra emocionalidad (a la cual ya me referí en este artículo); y la oportunidad es justamente ahora, a falta de haber reaccionado antes como humanidad. Recientemente el Secretario General de las  Naciones Unidas, Ban Ki Moon,  ha manifestado: ''El cambio climático es el reto definitorio de nuestra generación''. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente,  Oficina Regional para América Latina y El Caribe, señala en su página web que “El cambio climático se ha convertido en una de las áreas de trabajo prioritarias para las Naciones Unidas, los gobiernos de todos los países y numerosas organizaciones de la sociedad civil. Esto se debe a que el fenómeno trasciende las fronteras de lo ambiental, para convertirse en un gran reto que la humanidad debe afrontar también en las áreas social, económica y política.  El cambio climático desafía nuestra capacidad para seguir adelante con nuestra forma de vida actual y pone en peligro los avances realizados en desarrollo humano a escala global”.

Todas las amenazas mencionadas y otras,  deben ocuparnos para buscarles solución a nivel global ahora. Es para quedarnos reflexionando sobre nuestro futuro…