Durante la primera semana de mayo de 2013, la concentración
promedio del CO2 atmosférico mundial sobrepasó el límite de 400 partes por
millón. Este nivel es una barrera estimada desde la cual el CO2 mundial crece
hacia una zona de peligro, según la Organización Meteorológica Mundial. Se
estimaba que ese nivel se alcanzaría entre el 2015 y el 2016.
El 2009 la comunidad internacional esperaba no superar los 2 grados C en el incremento de la
temperatura mundial por sobre la temperatura de antes de la era industrial.
Ahora se espera que el incremento va a llegar a 2,4 grados Cº o más. Esto irá
acompañado de sucesos climáticos extremos. En el 2015 volverán a reunirse las
naciones mundiales para revisar el tema y ojalá lograr acuerdos para disminuir
la producción de CO2. Como van estas cosas, dos años más puede ser un plazo
demasiado largo para seguir igual y peor, toda vez que las emisiones de CO2
mantienen su concentración de forma prolongada y los efectos de cualquier
disminución que se logre, no se notarán sino en muchos años.
Esta mala noticia, que ha pasado casi desapercibida, es un
aviso más para que la comunidad internacional haga suyo este problema que es
mundial, que es progresivo y al que contribuyen en mayor grado China y EEUU. Cada
país tiene sus excusas para no reducir las emisiones y éstas son de índole
económica. El clima extremo e inesperado que estamos viviendo desde hace años y
de forma creciente, no ha tenido la reacción apropiada en la opinión pública ni
en los países que son grandes emisores. Las Naciones Unidas claman con seriedad
sobre el peligro de la situación climática y las emisiones de CO2, pero no se
toman todas las medidas que deben tomarse o en el grado que deberían tomarse.
Cada día que pasa se hace más urgente tomar decisiones
políticas y que no serían populares, porque si no se han hecho planes
progresivos adecuados para tratar este gran problema, las adecuaciones sobre la
marcha respecto a la polución y su reemplazo por una producción más limpia, van
a tener que ser más drásticas.
Este es el momento que la voz de las Naciones Unidas debe
escucharse y cumplirse. Quizás deba concederse más poder a sus resoluciones y
advertencias y no seguir siendo éstas sólo recomendaciones que no se van a
cumplir por falta de voluntad política de los países.
Nuestra naturaleza animal no puede relacionar los fenómenos
climáticos actuales con una cifra de algo que no percibimos con nuestros
sentidos, como es el CO2. Pero en esto debe prevalecer nuestra naturaleza
racional que sí nos permite darnos cuenta del problema y de que es mundial,
progresivamente creciente y que afecta a toda la vida sobre la tierra, incluida
la de nuestra especie. Entonces, o seguimos como animales cualquiera y vamos a
la extinción masiva de la vida, o reaccionamos como seres pensantes y sociales,
tomando prontamente medidas racionales, sistemáticas y a largo plazo, con las
Naciones Unidas al centro, para comenzar
a experimentar el retroceso del CO2, quizás el próximo siglo.
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