Actualmente hay un interés sin precedentes por la genealogía
familiar. Internet ha proporcionado y lo seguirá haciendo, espero, una inmensa
cantidad de datos genealógicos de todo el mundo, de forma gratuita y también
pagada, con la cual cada persona puede obtener la información de sus
antepasados hasta tiempos que no se imaginaba alcanzar. Además se dispone de
programas computacionales para organizar toda esa información para compartirla
con sus familiares u otras personas con las cuales quizás comparta antepasados.
El para qué de la
genealogía: ¿Por qué pasa esto? Para algunos, como los “Mormones”, hay
razones religiosas en investigar a los antepasados. Para otros hay motivaciones
en obtener el reconocimiento de otra nacionalidad y poder emigrar hacia mejores
oportunidades laborales. Para algunos es la respuesta a las preguntas que
siempre se hicieron respecto al lugar de donde vinieron sus antepasados, qué
los impulsó a viajar desde tan lejos como otro continente, como desde Europa a
América, qué vida tenían o desentrañar misterios familiares o confirmar o
rechazar historias familiares que ya nadie puede fundamentar.
Ciertas historias de familia se sabían como rumores o de
oídas. Antes no se hablaba de ciertos temas, como los hijos fuera del
matrimonio o los familiares orates, o a veces los motivos de inmigración eran
tan tristes o traumáticos que se querían olvidar, como persecuciones y guerras.
Cuando uno se ocupa en atesorar los conocimientos de las
familias de nuestro padre y madre, a través de ellos o de sus parientes y de
nuestros abuelos, a través de sus relatos o escritos varios, o referencias a
ellos, se va conformando nuestra historia de familia en la que reconocemos
ciertos patrones de conducta, conocemos de las enfermedades más prevalentes de
nuestros antepasados y si tenemos la suerte de atesorar las fotos antiguas,
podremos reconocer también rasgos comunes, con todo lo cual vamos agrandando el
tamaño familiar y conociendo ancestros
de los que nada sabíamos y comprendiendo de sus vidas, sus anhelos e incluso
ciertos rasgos psicológicos nos pueden parecer parecidos a los propios. Sus
cartas nos revelan sus anhelos, su carácter, sus ideas, sus proyectos. ¿Serán
parecidos a los nuestros?
Si somos afortunados algún antepasado escribió sobre su vida
o sus viajes. Quizás quiso tirar una botella con un relato desde su tiempo,
hacia el futuro, hasta nuestros pies.
Las tradiciones orales persisten bastante incorruptibles por
unos 400 años en civilizaciones sin escritura. En nuestra civilización actual
con tanta información registrada y también con tanta que nunca se pensó en
registrar, como la historia de las familias, hay mucho que hacer para
reconstruir nuestra propia historia porque nadie tal vez la ha escrito, si así
lo deseamos. O lo querrán nuestros hijos o nietos.
Hasta dónde podemos
llegar: Cualquiera puede rastrear sobre su familia hasta aproximadamente
los tatarabuelos. Se puede comprender que difícilmente podamos conocer siquiera
a nuestros bisabuelos. Pero nuestros abuelos podrán contarnos de sus propios
abuelos, o sea, nuestros tatarabuelos. Sin embargo la información va escaseando
y difuminándose hacia atrás, porque no tenemos la tradición de transmitir
oralmente la historia de nuestra familia. Pero se dispone de los registros eclesiásticos
cristianos, por ejemplo, hasta por lo menos mediados del siglo XVI, cuando se decretó el
registro obligatorio de bautismos, casamientos y defunciones. Si tuvimos
antepasados destacados o de la nobleza, los registros son aún más antiguos.
Les cuento que por experiencia propia, el reconstruir la
genealogía de mi familia (o mis familias, las de mi madre y las de mi padre),
he podido confirmar relatos de abuelos, o refutar suposiciones o aclarar
misterios de parentesco. Hasta hoy, estoy convencido que he reunido más información familiar que
cualquiera de mis antepasados y espero que siga apareciendo en la web cada vez
algo más. Y he conocido cómo eran mis antepasados, qué hacían, qué soñaban, qué
sufrieron y qué aportaron algunos a la historia de Chile, de España, o de
Francia. Y al conocerlos los he allegado a mi familia. Así como soy, ellos y
ellas tenían algunos rasgos de mí.