Hablar
del pasado es hablar de una reconstitución de hechos y de su reconstrucción
cognitiva. Es como la memoria humana de hechos pasados que es una
reconstrucción perceptiva en base a fragmentos o partes de los episodios
vividos o de los conocimientos aprendidos, que están almacenados en distintas
partes de nuestro cerebro, material con el cual hacemos una reconstrucción
personal de estos recuerdos. En este ejercicio de reconstrucción faltan
fragmentos, porque quizás la adquisición del recuerdo fue fragmentaria, o
porque la consolidación de esa memoria fue deficiente en algún sentido, o
porque sea cual haya sido el motivo de esa fragmentación, nuestro cerebro
completa lo que falta, con falsos recuerdos, lo que se llama confabulación.
También confabulamos cuando en esta reconstrucción resaltamos ciertos detalles
u omitimos o mitigamos la intensidad o el carácter de otros. Y esto no es
intencional, es una característica de la evocación de memoria o volver a la
conciencia un episodio de nuestras vidas o algún conocimiento aprendido en la
infancia.
A mi
parecer pasa lo mismo con la historiografía, porque ésta depende de la
reconstrucción de hechos pasados, de la historia. Muchas veces los
conocimientos de acontecimientos pasados, especialmente si son muy antiguos,
están fragmentados, son migajas de lo que realmente pasó. De aquí es que se
origina una reconstrucción que insoslayablemente queda con espacios que llenar,
por lo cual debe inferirse o suponerse, con variados grados de certeza, aquello
que falta. Después de esto viene la interpretación de los hechos, que es fuente
de mucha dispersión. Es decir, ante un mismo acontecimiento pueden haber muchas
interpretaciones y éstas pueden ir cambiando con el tiempo, sin que la
reconstrucción de algún hecho se haya modificado por el aporte de nuevos conocimientos. A veces la
interpretación es motivada por mezquinos intereses doctrinarios y otras veces
por sinceros pero equivocados o supuestos motivos ya sea religiosos, filosóficos,
culturales.
En el
primer caso está la interpretación que el nazismo hacía (¿o hace?) de las
diversidad humana, por todos conocida y en el segundo ejemplo está la interpretación bajo patrones
culturales actuales, de las costumbres
de la Roma Imperial o de la Grecia Clásica. Es temerario hacer juicios de valor
y suponer motivos o juzgar conductas humanas del pasado sin considerar la
diferencia cultural, el estado de la ciencia y la evolución de nuestras
sociedades. Esto es plenamente aplicable a la mirada sobre diversas culturas
actuales. Bajo las diferencias que tenemos hay un núcleo homogéneo de valores y
percepciones propias de nuestra especie humana. Esto lo deben conocer y manejar
adecuadamente los diplomáticos y los que trabajan con distintas realidades
nacionales.
Entonces,
el pasado ha sido tan cierto como lo concebimos, como la percepción que tenemos
sobre él. Esto es, según la interpretación a nivel perceptivo de los
antecedentes a nuestra disposición. Es análogo a la investigación de un hecho delictual,
la presentación de pruebas, los cargos imputados y la sentencia. A veces se
aplican sanciones a las personas equivocadas, muchas veces a las que
corresponde y otras veces los delitos quedan en la impunidad, es decir, si es
que se conoce de esos hechos, no logran ser probados o atribuidas a alguien o
no se conocen los motivos y las circunstancias.
Debería
sorprendernos que nuestra visión e interpretación del pasado pueda llegar tan
lejos como hasta el comienzo de todo el universo, el de nuestro sistema solar,
nuestra tierra, la aparición de la vida, la aparición del Hombre o hechos muy
anteriores de nuestra historia, de la Prehistoria, cuando no habían registros
escritos. En otra forma de decirlo, hasta que prácticamente no pueda
reconocerse nada del pasado, sino que por medio de la acumulación, estructuración e interpretación de hallazgos
teóricos o palpables de lo que ha pasado, por la aplicación de una metodología
sistemática de razonamiento y pruebas.
Esta
estructuración metódica del pasado nos proporciona las bases de la civilización
y nos capacita para mirar lo que se está viviendo o lo que aún no ha ocurrido,
o sea, el presente y el futuro. Porque existen ciclos, conductas, patrones que
surgen muchas veces a lo largo de la historia y que podemos reconocer y quizás
interpretar correctamente. Me refiero a ciclos climáticos, que a su vez
determinan acontecimientos humanos, como el fenómeno del Niño, que forjó y
posiblemente desintegró a las culturas Moche o Maya; o las glaciaciones que
fueron duros embates al poblamiento de Europa o las desertificaciones como la
del Magreb, que barrió a las culturas que lo habitaban. También podemos
apreciar patrones de desarrollo cultural similares en continentes que no
estaban comunicados (o muy poco), como América y Eurasia, precisamente Medio
Oriente o el Lejano Oriente, con el surgimiento de la agricultura (aunque en
fechas distintas), la construcción de edificios piramidales, el nacimiento de
la escritura.
Para
ciertas culturas el tiempo es circular, transcurre para completar ciclos y así
vivir otra vez lo mismo. Para otras, como la predominante en occidente, el
tiempo “no vuelve a repetirse”, corre de atrás hacia delante sin detenerse.
Einstein nos hizo ver que el tiempo es una cuarta dimensión del universo y que
su velocidad es variable, según la velocidad que lleve el observador. Así, si
estuviéramos en una nave espacial a una velocidad cercana a la de la luz, el
tiempo transcurriría más lento en la nave que en la tierra. Esto se tiene en
cuenta en las operaciones de geo-posicionamiento: Cuando se geo-localiza un
lugar cualquiera de la superficie de la tierra, los satélites que realizan el
cálculo y que orbitan a grandes velocidades
en órbitas en torno al planeta, deben corregir el error en el transcurso
del tiempo (debido a su gran velocidad), para dar una información exacta.
El
tiempo comenzó con el universo, con la creación progresiva del espacio y así
parece seguir. En aquellas galaxias muy lejanas de nosotros, que se alejan a
velocidades muy elevadas, el tiempo debería transcurrir muy lento respecto a
nosotros. ¡Qué paradoja! Pienso en una perspectiva temporal desde por ejemplo,
nuestro planeta hasta los confines creadores del universo con sus tiempos cada
vez más lentos en esos lugares. Algo similar podría suceder desde cada uno de
nosotros en el nivel de individuo, hasta los niveles celular, molecular y
atómico, con progresivas mayores velocidades.
Algunos
dicen que lo único que existe es el presente, que el pasado ya no existe y que
el futuro aún no es. Pero constatamos que el presente se nos va continuamente,
“no se queda”, el tiempo no vuelve atrás. Desde el punto de vista de la
percepción, vivimos en el pasado, pues necesitamos cantidades discretas de
información que procesar para crear la
percepción. Es como tomar una foto, que retrata sólo un instante, el del paso
de la luz hacia el interior de la cámara. Con el video o el cine también se
requiere tomar sucesivas imágenes para lograr “la ilusión” del movimiento, que
delata el paso del tiempo. Entonces para tener conciencia del paso del tiempo,
debemos hacer una comparación entre sucesivas sensaciones, en este caso
visuales, muy próximas, pero que nuestros sentidos sean capaces de distinguir.
Sin esta distinción de diferencias, aunque pequeñas, no tendremos la percepción
del tiempo. También disponemos de mecanismos que sensan y procesan la cantidad
de luz a lo largo del día y de las estaciones del año, que permiten informar al
organismo del paso del tiempo a nivel inconsciente y guiar la tasa de nuestro
metabolismo. Por esto a mediodía funcionamos al máximo y a medianoche al
mínimo, en condiciones normales.
Entonces,
¿es cierto que lo único que existe es el presente? El presente no está inmóvil,
pasa, “no se queda” presente. Lo cierto sería el paso de futuro a pasado, en
cuyo límite realmente no podemos apreciar el presente. El transcurrir del
tiempo no nos permite apreciar el presente, sólo sería una ilusión o un
constructo teórico faltante entre el pasado y el futuro, una especie de
interfase. Nuestros sentidos y nuestra percepción requieren un tiempo de
procesamiento para apreciar cualquier fenómeno, informan a la conciencia de
sucesos que ya pasaron, aunque hayan pasado muy recientemente. Visto de otro
modo, los sentidos sirven a la función de apreciar el paso del tiempo, que
físicamente existe, independiente de nosotros. Esta percepción del paso del
tiempo se basa entonces en la comparación de distintos hechos ya pasados. Así,
el futuro no es necesariamente lo que viene, sino también lo que aún no hemos
podido apreciar o procesar con nuestro cerebro. No podemos dejar de considerar
que siempre tendremos un retardo en el proceso de establecer una percepción, un
retraso entre la ocurrencia física de un fenómeno y el darnos cuenta de ese
fenómeno.
Si no tenemos conciencia de un pasado, no
podremos tener conciencia (o ilusión) de un presente. Por ejemplo, si una
persona sufre un daño de ciertas zonas de los lóbulos temporales del cerebro,
precisamente del hipocampo, no puede formar el recuerdo o memoria de un
acontecimiento, como conocer a otra persona. Ese individuo no podrá recordar
haber conocido a la otra persona (porque no puede formar memoria) y cada vez
que se tope con la persona que conoció y no recuerda, la saludará como si
recién la estuviera conociendo. Luego de un momento, sin tener ya la memoria de
haberla saludado, la volverá a saludar y así, una y otra vez. El sujeto que
padece de esta lesión cerebral no puede concebir un antes y un después, porque
no tiene cómo hacer la comparación entre algo que pasó tiempo atrás con algo
que pasó recientemente. Siguiendo mi línea de pensamiento, no puede tener
conciencia del tiempo.
¿Y qué
hay del futuro? Algunos piensan que el futuro está programado, que es uno, que
entonces se puede predecir. No hay asidero
para estas creencias, son sólo eso. Este universo se está creando
constantemente, es nuevo a cada instante de apreciación. Claro, si comparamos
su inicio con lo que es ahora, es muy antiguo según la existencia de un
individuo humano o de toda nuestra especie. “Sus confines”, la línea de
avanzada témporo-espacial de su prodigiosa dilatación, está creándose
permanentemente. La desigualdad entre materia y energía y su distribución en el
cosmos, habría determinado lo que el universo es hoy. Esta desigualdad sería el
motor de su evolución. Con este ejemplo, cualquier pequeña variación
témporo-espacial provocada por cualquier acontecimiento fortuito u obra humana,
generaría un efecto de sucesos que se propaga “hacia delante en el tiempo”,
creando “alternativas de futuro”. Es un poco el llamado “efecto mariposa”. Como
siempre suceden cosas en el mundo natural o humano, siempre se crean
alternativas futuras. Unas se hacen realidad (diríamos que se hacen presente o
transitan desde el futuro posible al pasado). Y se hacen realidad por la
confluencia espacio-temporal de condiciones apropiadas para ello. Si las cosas
hubieran sido ligeramente diferentes, quizás ese futuro no ocurra.
Recordemos la película “Volver al
futuro” y entenderemos mejor esto. Si viajáramos al pasado, podríamos alterar
desde allí el futuro, de manera que nuestros padres no lleguen a conocerse y
paradójicamente, no podríamos existir.
Yo
pienso en un futuro no determinado, varios posibles futuros, para el mundo y
para cada individuo. Claro, podemos detectar patrones, ciclos, como en el
clima, pero ya sabemos lo difícil que es predecir con exactitud cómo será el
clima de un lugar determinado, digamos que a un año plazo. La conducta humana
es tan diversa y con el germen de la espontaneidad como la de ningún otro ser
natural, ni como el bonobo o el chimpancé. Siendo así no podemos predecir con
precisión el futuro de nuestra sociedad. No tenemos garantizada la civilización.
Cada generación es un reto a vencer la barbarie mediante la educación valórica,
tan amenazada justamente por la moderna barbarie, que por ahora no describiré,
pero la señalo. Como un castillo de naipes, nuestra civilización puede
desmoronarse en el nihilismo o en el consumismo o en el desastre ecológico.
Pensemos como posibilidad este último. Como no conocemos todo respecto a
nuestro planeta, tampoco podemos predecir con exactitud cuándo será la próxima
edad de hielo o el próximo cataclismo, aunque sabemos que restan 5.000 millones de años para el fin del
sistema solar como es ahora, cuando se acabe el combustible solar. (Seguramente
la especie humana no existirá tanto tiempo). Podemos inferir que si seguimos
actuando con la naturaleza como hasta ahora y no hacemos cambios eficaces,
podemos acabar con un gran calentamiento planetario junto a casi toda la vida. Esto
tiene probabilidad creciente de presentarse si se sigue igual. Estuvimos a
punto de un holocausto nuclear en 1962, no debemos olvidarlo jamás, justamente
porque aún sobrevive la desconfianza en los otros y hay una vuelta hacia el
rearme nuclear.
En
cierta medida podríamos preparar o programar un futuro para el planeta y con
éste para la humanidad mediante acciones multinacionales basadas en el
conocimiento y la razón, metódicas, persistentes y a gran escala. Esto se ve dificultado por
nuestras emociones, es decir, nuestras desconfianzas, temores y odios. Nuestro
cerebro mamífero no logra ser modulado por nuestro cerebro racional humano.
Esto somos y esta naturaleza humana la tendremos siempre. La salida sería la
educación en torno a una socialización con profundas raíces de los mejores y
más difundidos valores distribuidos entre distintas experimentaciones sociales.
Hay un gran desafío en poder reconocer esos valores y propagarlos en un entorno
educativo a largo plazo e intercultural. Plazo: Varias generaciones para lograr
resultados estables; pocas décadas para comenzar a hacer cambios antes que
destruyamos el planeta.
Es
imprescindible a mi parecer, el reconocimiento del problema. ¿Cuál es el
problema? Que la humanidad no se está adaptando al entorno, sino que siempre ha
actuado y ha pensado que el entorno debe ser dominado y aprovechado. De esta
visión, fruto del antropocentrismo,
surgieron posiciones peligrosas desde el nivel biológico (somos seres
biológicos), como el consolarse dejando que Dios resuelva los problemas que
afectan al Hombre o confiando en su intervención, o pensar que la naturaleza va
a volver a su equilibrio por sí sola. Si adoptamos solamente estas posiciones,
sería muy insensato, sería no reconocer un problema concreto que requiere
soluciones concretas.
¿Cuál es
entonces la solución? Hay que
desarrollar una sociedad movida por grandes valores expresados, descritos,
valorados y sentidos. Esto es parte de la solución. Pero lo que le dará
garantía de efectividad a esta posición valórica, será el convencimiento de que
este problema es nuestro problema, de cada persona. Que el calentamiento
global, por ejemplo, afectará a cada uno de nosotros, a ti y a mí, a nuestros
hijos. Esta visión centrada en el individuo y respaldada por la divulgación masiva
del problema dará la garantía de que se reconozca el problema como mío y tuyo.
Esta visión es egocéntrica, sí, pero es lo que funciona y ha funcionado
biológicamente para que haya evolucionado toda la vida. Y no hay vida que no
dependa del ambiente. Nuestras conductas más altruistas tienen implícitas
actitudes sanamente egoístas. Si a mi no me importa qué pase, menos me va a
interesar qué les pase a otros. Así es el mundo biológico. Así somos y con esa
mirada tenemos que solucionar el problema ambiental, que nos afecta
directamente e indirectamente por los conflictos sociales que genera. Por
ejemplo, la escasez de petróleo o agua, de alimentos, de territorios para
asentarse, de aire limpio, la amenaza del holocausto nuclear, etc.
Como
podemos ver, tenemos identificadas ciertas amenazas concretas. Si hacemos un
análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Deficiencias y Amenazas),
hemos ya definido el final. Pero veamos lo demás: nuestra fortaleza en nuestra
naturaleza racional; nuestra deficiencia es nuestra emocionalidad (a la cual ya
me referí en este artículo); y la oportunidad es justamente ahora, a falta de
haber reaccionado antes como humanidad. Recientemente el Secretario General de
las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, ha manifestado:
''El cambio climático es el reto definitorio de nuestra generación''. El
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Oficina Regional para América Latina y El
Caribe, señala en su página web que “El cambio climático se ha convertido en una de las
áreas de trabajo prioritarias para las Naciones Unidas, los gobiernos de todos
los países y numerosas organizaciones de la sociedad civil. Esto se debe a que
el fenómeno trasciende las fronteras de lo ambiental, para convertirse en un
gran reto que la humanidad debe afrontar también en las áreas social, económica
y política. El cambio climático desafía nuestra capacidad para seguir
adelante con nuestra forma de vida actual y pone en peligro los avances
realizados en desarrollo humano a escala global”.
Todas
las amenazas mencionadas y otras, deben
ocuparnos para buscarles solución a nivel global ahora. Es para quedarnos
reflexionando sobre nuestro futuro…