jueves, 17 de mayo de 2012
jueves, 10 de mayo de 2012
Nuestra Objetiva Subjetividad
Este título ciertamente es contradictorio, como muchos
rasgos de nuestras vidas y aunque se anulen lógicamente, no deja de ser cierto
también que la experiencia personal es
lo único nuestro y las de los demás podemos considerarlas y aprender de ellas
para formarnos todo tipo de convicciones.
Somos seres individuales aunque seamos sociales y la
emergencia de la cultura al transcurrir de las generaciones humanas es más o
quizás menos que la suma de todas las
experiencias individuales. Más porque las convergencias o las sinergias de los
conocimientos que surgen en la cultura humana crean un resultado que puede ser
muy diferente. Por ejemplo, la convergencia de invenciones que conforma un
automóvil ocasionó un abanico de modelos de variadísimas utilidades, desde un
sedán, un auto de carreras, un tanque, un bus, un camión, un vehículo para el
golf, un auto de juguete, un vehículo lunar, etc.; menos, porque la cultura es
sólo un resumen de las experiencias de vida de muchas personas, es lo que
permanece porque tiene algo de conveniente, de exitoso.
Los grandes genios son
recordados por pocas producciones. Thomas Alva Edison patentó más de mil inventos,
pero lo asociamos a unos dos: la bombilla eléctrica y el gramófono. Da Vinci
fue inventor y artista, pero realizó espléndidas pinturas de las que podemos
mencionar unas tres, pero sus inventos quedaron sólo en el papel o en
prototipos que no prosperaron. Pero esos grandes genios no lo fueron por el
número de sus obras, sino por su singularidad, su meritoria diferenciación de
los demás.
Bueno, todo lo que somos y hacemos, todo lo que sentimos y
pensamos, es la representación de nuestra singularidad individual. Nuestro
repertorio genético es moldeado por nuestra experiencia de vida y nuestra
educación. Todos tenemos el mismo cerebro, pero es muy distinto a nivel de las
conexiones que hemos establecido y que estamos continuamente estableciendo,
cesando o reforzando; esto es el fundamento biológico de nuestra personalidad
individual.
La ciencia, incluso la historiografía, se basa en promedios,
en acontecimientos que se repiten, en tendencias o leyes, que como tales rigen
siempre que se presenten las mismas condiciones. No dejan el espacio a la
singularidad. Esta queda para la literatura, para el arte, para el desempeño
deportivo, para la minoría por defecto o por genio.
Si bien es cierto que guiamos nuestra conducta en base a lo que
hemos aprendido como lo más conveniente (léase conveniente para uno mismo), a
lo políticamente correcto, a lo socialmente aceptable y convenimos en seguir
las reglas de la sociedad, porque es cómodo seguirlas (si decidimos ignorar por
un tiempo algunas objeciones posibles), nadie es como nosotros ni nosotros
somos como nadie; somos seres únicos, irrepetibles dentro de nuestra especie,
porque en la naturaleza humana emerge, aparece, la individualidad singular
dentro del universo. Muchas estrellas podrán ser parecidas o casi iguales, pero
la singularidad humana es mayor, no porque seamos superiores, sino diferentes;
la complejidad de una personalidad y su base biológica y bioquímica es mucho
mayor que la dinámica de transformaciones atómicas de cualquier estrella. Y
atención, que llegamos después de las estrellas, somos hechos del polvo de
aquellas que estallaron en un fulgor de dimensiones verdaderamente
astronómicas: de las supernovas.
Esta especial singularidad nos diferencia de la singularidad
de los ejemplares de una manada, por ejemplo de las cebras. Si bien cada una de
ellas tiene distintas las rayas de su cuerpo, cada una de las cebras tendrá
conductas predecibles ante estímulos similares. En otras palabras, el
repertorio de estrategias de adaptación al medio peligroso y cambiante de la
sabana de que las cebras disponen, no impide que escapen en estampidas que no
logran ser totalmente eficaces para que siempre algún depredador aproveche el
conocimiento de esas estrategias y obtenga su presa. Los humanos somos más
diversos y adaptables; las cebras no han cambiado como sí hemos cambiado
nosotros los últimos 100.000 años.
Por todo esto es que proclamo nuestra subjetividad, que es
la que nos mueve y conmueve. Es nuestra presentación al mundo. Miles de
opiniones contrarias a la nuestra quizás no obtengan cambiar la nuestra, no por
obcecación, sino por convicción. Y la convicción es el fruto de nuestra
subjetividad.
EL ESTERO DE VIÑA DEL
MAR
El plan de la ciudad de Viña del Mar, centro turístico del
país a sólo algo más de 100 kilómetros de su capital, Santiago de Chile, forma
parte de una con-urbanización junto a Valparaíso, Quilpué, Con-Con, Villa
Alemana y Limache, que suman cientos de miles de habitantes. Dividiéndola de
oriente a poniente transcurre el llamado estero Marga-Marga, río que durante la
mayor parte del año lleva un bajísimo caudal, pero que en los inviernos puede
desbordarse.
El Marga-Marga, estero y no río, por lo ya dicho, fue
explotado ya por los Incas por su antigua riqueza en oro y después por los
españoles, en el valle que los locales nombraban Penco.
Como le sucede a muchos cursos fluviales, el Marga-Marga fue
el depositario de las excretas de todos los poblados y ciudades de sus orillas
y también de las descargas industriales. Ahora nos puede parecer muy
sorprendente, pero en la década de los años 70 del siglo XX, esto sucedía en la
proclamada Capital Turística de Chile. Así, sus icónicas playas de la costa
marina, de claras arenas, estaban contaminadas por deposiciones y sus
peligrosos coliformes fecales. Además era habitual que las aguas del estero
tomaran surrealistas coloraciones por las descargas de una importante textil en
pleno plan de la ciudad. Y la instalación de surtidores para el agua que se
apozaba en su desembocadura, bloqueada por la arena, repartía por el aire y con
la ayuda del viento, toda esa carga de coliformes y tinturas por el sector.
También de algún modo sobrevivían los mosquitos, que desvelaban a los
viñamarinos.
Ahora sin embargo, todas las aguas residuales de la con-urbanización son canalizadas
subterráneamente y tratadas de su contenido biológico, aunque no de su
contenido de metales pesados, por ejemplo. Es una gran obra que tiene ya muchos
años de éxito, pero persiste el peligro
que tiene la concentración de cadmio, plomo, arsénico, cobre, etc, de las aguas
residuales, que llegan hasta la cúspide de la cadena alimenticia marina, que es
a su vez consumida por el Hombre. Nuestra costa de Chile central, en estas
latitudes, recibe mucha polución de industrias a través de aguas residuales que
va a parar a peces y mariscos de consumo humano, como recientemente se alertó,
pero que tiene sus antecedentes en décadas atrás por los estudios del Profesor
Chang, de la Universidad Federico Santa María, de Valparaíso. Entonces vemos
que se repite el esconder la suciedad debajo de la alfombra. Aquí hay una gran
tarea ambiental pendiente, irrenunciable.
Pero el mismo estero Marga-Marga está suficientemente limpio
para haber recuperado flora y fauna que prospera dentro de los márgenes
impuestos por la urbanización. Han regresado aves acuáticas (garza cuca, garza
chica, garza grande, guairavo, tagüita, huala, picurio), mamíferos como el
coipo, sapos, peces; han vuelto plantas acuáticas. Hoy el estero demuestra un
ecosistema renovado, pero frágil. La concesión para la extracción de arenas del
cauce del estero, la instalación de actividades comerciales esporádicas que dejan
escombros y residuos diversos, deben ponernos en alerta para educar para que
nunca más este histórico estero vuelva a ser la letrina de la zona.
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