No sé qué es la belleza, pero a veces la reconozco cuando paso, le miro la cara directamente y le digo que la amo
miércoles, 2 de noviembre de 2011
martes, 1 de noviembre de 2011
Desde este lugar del mundo
Desde este lugar del mundo escribo estas ideas para consideración de todos aquellos/as que quieran pensar el mundo y no sólo vivirlo, o dejar que el mismo mundo pase a su alrededor sin pedirle la palabra. Este blog no es para simple diversión, sino que es para divertirse en grande; quiero que las ideas aquí planteadas puedan ser probadas, testeadas y finalmente enriquezcan el vivir de cada uno de ustedes. Asimismo, las opiniones que de ustedes se puedan suscitar van a retroalimentar mis opiniones y propuestas y así podremos crear mundos potenciales, proyectos, posturas, futuros posibles.
A este nivel de la historia las fronteras se han encontrado, han dado la vuelta al planeta y están cambiando sus valores. Las culturas que no se conocían, ahora se pueden ver a los ojos y pueden intentar un diálogo. Comenzamos a pensar que hay diferentes humanos para un mismo humanismo que está pendiente. Comenzamos a pensar que las diferencias son nuestro capital de igualdad; en ser diferentes somos iguales y con la misma dignidad.
Pero algo no cuadra en este concepto, porque vemos o sufrimos desencuentros, guerras, conflictos de diverso tipo, desigualdades indignas. Ni siquiera aseguramos condiciones básicas de vida a todas las personas del mundo. Muchos millones sufren hambre. En la práctica, casi sacamos del mapa al continente africano, nuestra cuna ancestral. Nos dividimos invocando lo más sublime, en verdaderas castas, cada una en la creencia que tiene toda la verdad. Establecemos verdaderos ghetos de desarrollo industrial clavando la bandera de los primeros, de los ganadores, pero en estos mismos tiempos que vivimos nos estamos dando cuenta de nuestro error, pues podemos vislumbrar en lo que estamos perdiendo, justamente en nuestra humanidad, en aquello que creemos que nos distingue claramente de los otros seres con que compartimos este planeta. Y no queremos reconocer nuestra similitud con nuestros parientes animales, como si fuéramos seres de distinta naturaleza. Y si no lo reconocemos estaremos solos y autoexcluidos de nuestra propia naturaleza biológica, que al fin y al cabo es aquella por la cual y en la cual nos movemos y tenemos nuestro verdadero ser.
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